Paradoja bestial
Eran las dos de la madrugada. Paré el coche y me bajé de él para abrir la puerta del aparcamiento. Una sombra se acercó por mi espalda. Me giré asustado. Vi a un hombre joven, escuálido, en calcetines, que tímidamente me dijo:
-"Perdone, no quiero dinero, ¿tiene algo para comer?... tengo hambre. En la gasolinera no me venden nada por 50 céntimos... ".
-"No, no... no tengo nada. Lo siento".
-"Perdón".
El raquítico se alejó hacia unos cartones. Era una cama improvisada. Chispeaba.
Abrí la puerta del párking y aparqué. Mi coche, esa noche, tampoco se mojó por la lluvia.
1 comentarios:
Este comentario tuyo denota una gran sensibilidade por tu parte.
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio